Tucumán.- Es sábado a la noche en San Miguel de Tucumán. Hace frío. Mientras muchos eligen salir a disfrutar del fin de semana a bares y restaurantes céntricos, un héroe sin capa recorre una de las zonas más desoladas de la Capital tucumana cuando cae la oscuridad: el denominado Cinturón de Hierro, entre Marco Avellaneda y Suipacha, donde en 2017 inauguraron sendos túneles (por calles Mendoza y Córdoba) y pasos peatonales sobrenivel. En ese lugar, solo con su alma –o con varias más- estuvo Augusto Bellido de Tucumán Paranormal, develando los muchos misterios que permanecen ocultos y fuera de este plano, una dimensión que supera nuestro entendimiento, más conocida como el “Más Allá”.
Bellido se aventuró solo. Ninguno de sus compañeros de ruta pudo acompañarlo en la ocasión por distintos motivos personales. Y quizás no fue casualidad. Tal vez, una jugada del destino para lograr lo que quedó registrado en video.
“Este es un lugar que tiene un piso de madera, muy tétrico lugar. La cabeza me gira, parece el exorcista, continuamente estoy esperando que me toquen el hombro”, describe Bellido mientras camina y transmite por uno de los edificios abandonados que hay sobre calle Marco Avellaneda, muy cerca del Centro Cultural Juan B. Terán, casi en idénticas condiciones. “Voy a hablar despacio porque acá hay gente que está descansando, aunque no lo crean”, continúa su relato el cazador de fantasmas que, a medida que avanza, no solo exhibe el terror que provoca lo desconocido, sino también la cruda realidad que se vive en las calles.
El lugar es tétrico, casi que un escenario montado para una película de terror de esas que simulan ser documentales. Mientras camina y alumbra, hay espectadores que juran ver sombras que corren de un lado a otro para ocultarse de la cámara. Bellido no da crédito y supone que puede tratarse de efectos luminosos. Pero no ignora las sensaciones que le genera estar allí, completamente solo. “Sentí una incomodidad terrible, está pesadito el lugar. Me llama la atención que por aquí no circule nadie de noche, debe tener su mala fama”, señala.
Cuando la transmisión promedia la hora y quince minutos, Augusto abre el portal al “más allá” y establece contacto con los posibles espíritus que haya en el lugar a través de un dispositivo llamado Spirit Box, una radio que capta señales y frecuencias en masa valiéndose de ruido blanco (sonido similar al que produce la explosión de una ola, pero constante). Se prende el aparato y decenas de voces sin rostro comienzan a sonar de fondo.
“Vine a visitarlos y sé que están acá. ¿Nos podemos comunicar? ¿Están en este plano de existencia? ¿Son espíritus? Decime cómo te llamás. ¿Están solos en este lugar? ¿Hola? Los puedo escuchar. Acá estoy. ¿Me quieren decir algo?”. Bellido intenta una y otra vez establecer contacto. Las voces no cesan, hablan una encima de otra, se entrecruzan, parece un diálogo. El investigador alcanza a reconocer algunas frases: “Bajá mejor”, “Tucumán”, “en el aire”, “te extraño”, “tengo miedo”, “salí de ahí”, “se está despertando”.
“Clarito se escuchó”, señala y hace hincapié en la última frase, que llamó particularmente la atención por lo que pasó segundos antes, cuando una voz ronca que no estaba al inicio del contacto entró en escena. “Uy esa voz, Dios mío”, reaccionó Bellido. “Hay muchas respuestas que las vamos a analizar. En paz los dejo, no los vine a molestar”, se despidió, entonces, luego de 15 minutos de charla con lo desconocido.
El fundador de Tucumán Paranormal prometió revancha. Quiere volver al lugar y realizar una sesión de Spirit Box en alguna de las bodegas del lugar. Además, adelantó que las próximas transmisiones serán desde una ruta cerca de Famaillá donde se registraron varias muertes por accidentes y desde un conocido ingenio azucarero al que prefirió no mencionar por el momento.
Fuente: Eltucumano