Tucumán.- Ella se sienta y apoya su cabeza contra la ventanilla del colectivo. El viaje será largo. Se coloca los auriculares, cierra los ojos y se transporta con la música de Luis Alberto Spinetta.
Pásate un peine y usa la boina roja,
comprá los diarios, comprá dulce de leche,
tomá el tren hacia el sur
que allá te irá bien,
todos habrán volado,
todos habrán volado, todos habrán…. («Toma el tren hacia el sur», de Almendra)
Ella deja volar su imaginación… y se calma. El colectivo serpentea y desanda el sinuoso camino del cerro desde Colalao del Valle hacia la ciudad de Aguilares. Tiene 20 años y muchos sueños aún sin cumplir. Ella regresa a la ciudad. Va a encontrarse con sus compañeras. Va a jugar el deporte que descubrió y que comenzó a amar, sin saber por qué. Va a sentirse contenida, va a reecontrarse con sus hermanas de sangre color rojo y azul. Va a jugar por Aguará Guazú.
“Creo que todavía no tenemos idea de lo que hicimos, no sólo con nosotros sino por la ciudad, por el rugby tucumano en general”, arrancó con una voz débil y ronca Andrela Agüero, capitana de Aguará Guazú, integrante del seleccionado tucumano de seven, profesora de Educación Física y amante de la poesía del Flaco Spinetta. El fin de semana del 10 de octubre se gritó todo y la palabra que rugió más fuerte fue: Campeonas!!
“Estoy un poco afónica porque me golpearon la tráquea en el segundo partido y quedé así. No podía tragar ni hablar ni nada. Y con los festejos, me grité todo, ja”, dice con una sonrisa cómplice.
Una ayudita especial
«No tenemos noción de lo que logramos porque el único objetivo de nosotros era estar entre las cuatro mejores. Y fue creer o reventar. Para mí la virgencita nos ayudó un montón”, confiesa.
La virgencita es la Virgen de Urkupiña, venerada sobre todo en Bolivia y la zona del Norte Grande del país. Se le apareció a una pastorcita en Cochabamba y en su idioma de origen le decía «Orqopiña» a la Gran Señora que ella veía, que quiere decir «ya está en el cerro».
“Yo no soy muy creyente pero… es creer o reventar. La imagen me la trajo mi papá, y mi mamá me regaló la estampita. Antes de venir a jugar el Regional, yo saqué la virgencita y la llevé a Cardenales. Y ahí estaba ella, arriba de una conservadora, mirando hacia la cancha todos los partidos. Y creo que nos ayudó bastante», dijo sobre la clasificación que consiguieron para ir al Nacional de Clubes, ganándole a las anfitrionas, Cardenales.
«Durante el año tuvimos muchos inconvenientes: éramos 5 cuando empezó la temporada, 3 mayores y 2 juveniles. Del grupo que habíamos ganado el Regional en el 2019, quedaron pocas, comenzaron las lesiones, una tras de otra, no teníamos mucha comunicación… Opi (Florencia Moreno) comenzó a llamarlas, una por una, diciendo que no podíamos perder todo lo que habíamos hecho, que ella no quería irse de Aguará a jugar a otro club (por ser jugadora de selección, debía estar en actividad en un club) y así, de a poco, se fue armando el grupo, prácticamente de cero. Fue increíble: llegamos a 30 mayores y más de 40 jugadoras en juveniles. Incluso las dos jugadoras que teníamos quebradas jugaron de titulares (Julieta Agüero, de Concepción y Cecilia Leguizamón, que se había quebrado los dedos del pie) y salimos campeonas. De no creer!” contagia su asombro y abre grande sus ojos solo limitados por el ‘flequillo rolinga‘ que lució en el Nacional.

«Mi mamá me decía que la virgen era muy milagrosa por comentarios de sus amigos. Cuando estábamos con los preparativos para el Nacional, me dije ‘yo la llevo’. El primer día estuvo arriba de la conservadora en los primeros partidos. Y Lucas Abraham, entrenador de juveniles, la llevó a la virgen a la cancha 1 y la puso en el poste que da justo en el medio de la cancha. Le ganamos a La Plata y pasamos a semis de la Copa de Oro!! . El domingo nos levantamos con las chicas, teníamos que jugar con Alberdi, y en la charla, la virgen estaba en el medio de nosotras. Estábamos felices, disfrutando de todo lo que estábamos viviendo y nos reíamos y cantábamos. Fuimos a la cancha. Empezamos a jugar con Alberdi, peleadísimo el partido, y Lucas le hablaba a la imagen de la virgen y le decía ‘ayudalas, no?’. Y en el try de Mayra, se agarró del poste, alzó la virgen y decía ‘Vamos Aguará’, ja ja!! recordó divertida. «Te juro que me duelen los cachetes de tanto que nos reímos», confiesa.
«Terminó el partido y todas llorando, nos abrazamos con Opy que fue una de las responsables de esto y ahí está la foto que nos sacaron con la virgen. Hermosa», señaló.
«Me salvó el rugby»
“A mí me salvó el rugby”, dice como al pasar cuando se le pregunta por los inicios en el deporte. “Yo hice todos los deportes. Jugué basquet en los campeonatos Evita pero no seguí jugando. Hice gimnasia artística de chica, hice vóley, hockey, fútbol pero ninguno de esos deportes me atrajo. Es más, no me sentía incluída en el hockey. Como estudiaba Educación Física, cuando pasaba por el circuito veía a las chicas entrenando y siempre me pregunté qué hacían. En ese momento quería jugar al softball pero como había que viajar a la capital, lo dejé. Conocía a una de las chicas que entrenaba en Aguará que iba al colegio, Victoria Cabrera y le pregunté cuándo entrenaban. No sabía de qué se trataba, porque no sabía nada de rugby. Nunca ví un partido, ni en la televisión. Llegué el primer día y no me fui nunca más«, recordó.
«Estaba re perdida, no entendía una. Creo que me gustó el contacto, el tema de la defensa y además tenía algo a mi favor: en ese momento corría muy rápido. Me pusieron la pelota en el pecho, me dijeron ‘corré’ y salí como una exhalación. Me pusieron de wing. Me atrajo el entrenamiento, porque eran entretenidos y nos tenían bien cortitas. Tenía 19 años y, la verdad, estaba pasando un momento complicado en mi vida. Tenía una relación de pareja bastante violenta. Apareció el rugby y mi vida cambió” nos cuenta y nos deja atónitos. Acá hay toda una historia de superación no sólo del rugby, no sólo en lo deportivo.

“Me fui a Colalao del Valle escapando de eso -continúa su relato-. Dejé segundo año de la facultad y me fui a estudiar enología (que no terminé) y solamente bajaba para jugar los sábados y volvía a subir. Pero sentía demasiada soledad y regresé. En los momentos más complicados, cuando mi cabeza estaba en otra, mi única contención fue el club y mis compañeras. Porque por violencia de género yo perdí amigos, amigas y perdí un montón, muchas cosas… Fue un momento muy difícil pero ahora ya está. Ahora lo cuento naturalmente pero en ese momento era muy difícil hablar», señaló.
“A mí me salva el ir al club, pasarla bien y jugar. Jugaba como podía y mis compañeras jamás me cuestionaron. Por eso digo que me el rugby me salvó. Es muy loco porque mi mamá las conoce a todas y les sucedió algo parecido. Es algo fuerte pero no es por casualidad que estemos todas ahí y tengamos esa unión tan fuerte. Además la pasión por el rugby hizo que tengamos un sentido de pertenencia muy fuerte con Aguará, un club que nos contuvo, en todo sentido: si alguien no tenía para pagar la cuota, entonces que trabaje para el club o cosas por el estilo. Yo eso no lo ví en otros clubes”, destacó la importancia de la dirigencia siempre presente.
Un sueño, una ilusión, una promesa
Corría el año 2015. Las chicas de Cardenales, eran las reinas del Norte y ganaban todo lo que jugaban. Aguará Guazú apareció tímidamente, colándose en un Regional y así fueron al Nacional que se disputó en La Plata.
«Siempre las veíamos a la Isa (Fontanarrosa), a la Rita (Cazorla), a la Yuyo (Silvana Castro), eran nuestras ídolas. Cuando fuimos por primera vez a La Plata (año 2015, jugaron la final de Bronce, salieron décimas y Cardenales campeonas) todo era asombro: el club, las únicas equipadas eran las Huarmis y La Plata. Nosotros nos habíamos hecho unos equipos como de tela de avión. Cuando jugamos con el equipo de Villa Gesell, estaba la Pantera Montero (Valeria Montero, jugadora de Las Cobras y del seleccionado nacional) decíamos, ‘mirá que tackle’…. Nos daba vergüenza pedirle una foto a las chicas. Pero ese día, nos dijimos: ‘esto queremos. Un día, vamos a ser campeonas’.

“Cuando vimos el grupo que nos tocó este año nos dijimos: va a ser duro. Pero no pensamos en las rivales sino en que sí podíamos. Que no teníamos que perder la cabeza en el partido. Así trabajamos, con paciencia. Mucha concentración. Si tuviera que definir, en una sola palabra, lo que fuimos dentro de la cancha, es madurez. Porque todas pasamos por un período difícil y creo que supimos controlar las emociones y maduramos deportivamente. Estuvimos atentas en todo momento. Por ejemplo: en un penal a favor, las chicas de La Plata nos tiran la pelota. Y entonces le digo al árbitro ‘Eso va en contra del reglamento. Es para tarjeta’ porque la pelota hay que dejarla donde se cobró la infracción. Comenzaron a pelearse entre ellas y aprovechamos esa distracción. Ahí hice mi segundo try. Eso lo aprendí de las chicas de Alberdi, que siempre nos hacían lo mismo…. Ja ja ja”, recordó con picardía.
También soñó en ser capitana, en jugar en el seleccionado tucumano (jugó en el 2018 pero practicamente no participó y en 2019 fue campeona) y todo eso lo logró con perseverancia, con voluntad, con carisma.
«Ser capitana a mí no me cambió en nada. No hablo mucho, quizás contagio más con lo que hago que lo que hablo. No es fácil ser capitana porque cada una tiene su carácter y del mismo modo cada una hace su trabajo. Te puedo decir, por ejemplo, que Silvina Ramírez es nuestra estratega. Sabe todo de rugby, reglamento, jugadas, es muy pícara. Es la que nos dice a quién marcar, qué jugadas hacer, adonde va a ir la pelota. Es muy analista y planifica todo para que nos vaya bien”, explicó sobre su rol en el equipo.
Y, ¿si además de todo esto, contamos que Andrela es hipoacúsica?
«Sí, nací así. No escucho nada del oído izquierdo. Por eso siempre me van a ver que me doy vuelta para escuchar con el oído derecho. Siempre fui el blanco de las cargadas pero no me afectó porque mi familia me contuvo, me apoyó y me acompañó para que yo no me sienta diferente en ningún momento. Yo hice mi vida normalmente, me alentaron a jugar a todos los deportes y en el rugby encontré lo que no pude encontrar en otros lados”, destacó.
De miedos, dudas y mucho trabajo
“A mí me da mucho miedo que el día de mañana se pierda todo lo que conseguimos porque no siempre vamos a estar. El trabajo, el estudio, la familia son condicionantes para que sigamos jugando. Nuestro objetivo ahora es que no se pierda. Estuvimos a punto de perder el grupo y varios equipos ya no están más. Queremos que el rugby siga vivo en la provincia. Ahora es el tiempo de las juveniles», explicó sobre el trabajo a realizar a futuro.
“Yo no quería saber nada que mi mamá esté como manager. Le pregunté y me dijo, ‘sí sí’, y yo le dije ‘mirá que hay que hacer esto, lo otro, aquello…’ y ella muy ‘sí, sí, sí…es lindo, voy a compartir más con vos’. La verdad, hizo un trabajo enorme, nos consiguió todo lo que necesitábamos. Nos levantaba el ánimo, nos dio un poco de cariño, nos puso los puntos sobre la ies. Y eso que comenzó hace unas semanas, un poco antes del Regional» dijo sobre la manager del equipo que es Ligia Pelle, ex jugadora de voley de Deportivo Aguilares. Y lo más importante: su mamá.

«No teníamos nada para ir al Nacional. Apenas dos sponsor: una panadería, que nos dió las facturas que comimos en el camino y otro que nos donó los refrigerios y las bebidas para recuperanos. Habíamos comprado el equipo blanco para el Regional y estábamos endeudadas hasta acá (señala su cabeza). Buscamos a alguien que nos haga la ropa de protocolo. Ahí surgió el tema de los bonos y un amigo nos dio la idea de los cafecitos (un sitio web en el que se puede donar un X cantidad de dinero) que se usa mucho en Buenos Aires pero acá no se conoce mucho. Vendimos 30 abonos cada una en menos de una semana y nos sirvió para pagar la ropa alternativa, pagar las costureras, y comprar cinta para los estribos. Esa semana nos movimos mucho porque no sabíamos que iban las juveniles y tuvimos que salir a buscar las camisetas de las chicas que ya no jugaban. Los chicos del plantel superior nos prestaron la alternativa. Posta!. Y creo que todo eso hizo que nos unamos más. Ibamos prácticamente sin nada a jugar. Y nos fuimos con 10 mil pesos! Pero lo gastamos todo en hielo…», añadió.
– Entonces, ¿por qué campeonas?
– Porque de tanto remar y laburar por todo, se nos tenía que dar. Es el premio por todo el esfuerzo y las dificultades que pasamos. Dios, y la virgencita, nos tenían que dar esa alegría.
Fuente: Rugbytucumano.com.ar
Foto: Alan Roy Bahamonde