Aguilares.- «Nunca escondí mi amor por el baile y mi debilidad por los corsos. El carnaval es la fiesta que más nos representa. Yo lo vivencio como una cuestión artística, cultural», dijo Mónica Rivero, una conocida profesora de inglés que derrocha simpatía en Ara Taní.
En diálogo con INFOAGUILARES, Mónica contó que la primera vez que salió en una comparsa fue en Aguilares Samba, cuando tenía 16 años. Luego pasó por Urubamba, Zafra Samba y Berimbao, comparsa a la que le guarda un gran cariño. Tras 10 años sin participar, por causa de la maternidad, decidió volver de la mano de su primo, el artista plástico Hugo Aún.
Su pasión por el baile data desde pequeña. «Desde que iba a Jardín de Infantes tuve un lado artístico. A mí me gustaba cantar, bailar, interpretar. Mis maestros tienen ese recuerdo de mí: personificando a Manuelita, recitando una poesía, participando del pericón nacional en una fiesta patria. Fui extrovertida desde siempre», expresó la docente de 43 años.
Como todo aguilarense, desde pequeña asistía a ver los corsos, cuando éstos se realizaban sobre las calles céntricas de la ciudad. Hasta que llegó el momento, a sus 16 años, de montarse las plumas y el brillo. En los ’90 no fue fácil. Bailar en el corso implicaba un problema para ella porque tenía que pedir permiso y dar detalles de la ropa que iba a usar. Además, venían algunos cuestionamientos. «Uno tenía que dar muchas pruebas de con qué entorno se manejaba, escuchar el comentario de familiares y amigos, respecto del comportamiento que podíamos tener. En esa época se asociaba mucho el corso al consumo de alcohol, a los excesos y ese tipo de cuestiones», recordó.

Pasaron los años y Mónica seguía bailando en los corsos, hasta que en 2014 nació su hijo, el pequeño Eduardo, por lo que tuvo que hacer un parate y dedicarse de lleno a la maternidad. Sin embargo, las ganas de volver al corsódromo siempre estuvieron y este año concretó su vuelta.

«Cuando uno tiene una pasión por algo, no dice adiós para siempre. A veces la sociedad cree que una mujer que pasa los 40 años se tiene que dedicar a educar a los hijos, a su profesión, a su casa y a su marido», manifestó. Pero Mónica es el claro ejemplo de que no es así. «Cuando hay gustos o pasiones por desarrollar y te hacen bien, uno no tendría que dejarla, porque en el momento en que se empieza a abandonar el amor por ciertas actividades que se pueden hacer, vas perdiendo ese amor por alegrar tu existencia y alegrar en algún punto la existencia de otro», agregó la bailarina que luce un traje de tigresa en una de las escuadras de la comparsa que este año representa a África y su cultura.

Al ser consultada sobre cómo se sintió su hijo al verla bailar por primera vez, respondió sin titubear: «Está feliz. A él le gusta mucho el corso, pero no del lado de los bailarines sino de los músicos… Yo intuyo que, dentro de la inocencia de un niño de 8 años, él siente orgullo de que la mamá esté ahí».
Mónica es una conocida profesora de inglés y tiene cientos de estudiantes entre las tres instituciones en las que se desempeña. Asegura que muchos alumnos no la reconocieron por el maquillaje, pero otros sí, y son ellos quienes «me piden foto, me reconocen y algunos me esperan al final del circuito para tener un recuerdo, porque les parece ‘cool’ que la profe sea parte de la fiesta del carnaval».

Para ella, bailar en el corso «es una manera de generar energías y retroalimentarse de la buena energía de los otros. Yo lo veo siempre como un hecho artístico, cultural muy importante y que tiene que ver con la identidad de lo que es ser aguilarense».
«Bailar en los corsos de Aguilares me hace una persona muy feliz así que no permitirme eso sería algo muy egoísta, primero hacia mí misma y después hacia las personas que me invitaron».
Una profesora apasionada por la docencia
Mónica lleva 19 años en la docencia, su gran pasión. Actualmente se desempeña en el Instituto Técnico Aguilares, en la Escuela de Enfermería de la UNT y en el IES Aguilares, en donde no solo es profesora sino también coordinadora del Profesorado de Inglés.
«Siempre ha sido mi pasión, primero por mi mamá, que era maestra y se retiró como directora de escuela, y después por los buenos maestros o profesores que tuve».
«El idioma siempre me gustó. Es como otro medio de expresión que te posiciona por delante de otras personas que solo hablan una lengua. El idioma es una ventana abierta a otro mundo, a otra cultura. Yo cuando empecé en 1997 no se sabía que el inglés iba a ser algo tan crucial en el mundo de la ciencia, del saber en general. Está presente en todos lados, en la tele, en las tecnologías», explicó.
Mónica asegura que ser profesora «te permite relacionarte con mucha gente, colegas, directivos, familias y sus hijos…No es solo lo cognitivo, ya que uno transmite valores, miradas, señala un camino».
«El docente hace un aporte social que toca todas las otras profesiones y la calidad de la formación que uno brinde va a tener un impacto positivo a nivel individual y también a nivel colectivo», expresó.
Sobre el final, la profesora de inglés apasionada por los corsos resaltó que el gran desafío al que deben enfrentarse los profesionales de la educación en tiempos en los que deben «aggiornarse y capacitarse en su saber específicos y en un montón de otras temáticas que hacen a la docencia como ser la educación sexual integral, las nuevas tecnologías, los derechos, la democracia».
Redacción: Conrrado Brito